Más allá de la imagen firme y segura que proyecta cada vez que pisa un estadio, Ever Escobar también es un ejemplo de constancia académica y sensibilidad humana. Si bien su figura ya es conocida por su temple y presencia dentro del campo de juego, hay otra parte de su historia que merece ser contada: la del joven que eligió prepararse con compromiso, sin atajos, y que hoy combina la autoridad del silbato con el peso del conocimiento.
Su formación académica no es un detalle menor: Escobar lleva años invirtiendo en su educación, perfeccionándose en arbitraje profesional con cursos oficiales, entrenamientos intensivos y evaluaciones constantes. Se ha capacitado en reglas internacionales, psicología deportiva y manejo de situaciones críticas dentro del fútbol, aspectos que hoy lo posicionan como un referente en crecimiento dentro del arbitraje paraguayo.

Lejos del estereotipo de “la figura viral”, Ever es reservado, estudioso y consciente de la responsabilidad que implica ser árbitro en tiempos donde todo se expone, todo se critica y todo se graba.
“Uno no puede quedarse solo con lo que pasa en la cancha. Hay que seguir aprendiendo, prepararse cada día para estar a la altura”, ha dicho en entrevistas pasadas.
Esta semana, sin embargo, mostró un costado más íntimo y profundamente humano. En sus historias de Instagram, compartió un mensaje que conmovió a muchos de sus seguidores:
“Pido una oración por mi abuelita, está muy delicada de salud”.

Fue un gesto sencillo, pero cargado de emoción. Un recordatorio de que detrás del árbitro de mirada firme hay un nieto preocupado, un ser humano atravesando un momento difícil en silencio, y que incluso en la vorágine de su rol público no pierde la conexión con lo esencial.
En un entorno donde muchos construyen personajes, Ever elige mantenerse real: formado, enfocado y con los pies sobre la tierra. Quizás esa combinación —de carácter, educación y sensibilidad— sea lo que lo hace destacar sin necesidad de buscarlo.